Así podríamos definir ese vacío que todos hemos sentido. Todos sabemos identificarlo: ese dolor en el pecho o estómago que nos oprime y crea una sensación de no entender lo que hacemos en este mundo; o ese pensamiento de «por qué tengo que sufrir». Nos sentimos con las alas y el corazón roto, muchas veces no sabemos ni el porqué.
Un vacío que es una llamada de amor que cada persona intenta llenar con algo diferente: amigos, actividades, comida, relaciones de pareja, trabajo, objetivos.
Y durante un tiempo funciona, pero sucede que antes o después, ese vacío vuelve. Y nos preguntamos: «¿qué estoy haciendo mal?»
Hemos intentado llenarlo con cosas externas, cambiantes, no permanentes, y sobre todo, con unas expectativas determinadas.
Cuando algo de todo eso cambia, el vacío vuelve y, por lo tanto, reaparece nuestro grito de amor desesperado.
Tener consciencia de que todas esas cosas en las que basamos nuestra vida son temporales, no apegarnos tanto a ellas, dejar de lado tantas expectativas, nos evitará sufrir y vivir esas situaciones con mas serenidad.
«No hay amor en este mundo para llenar el vacío de la persona que no se ama a sí misma» (Irene Orce)
Ese vacío solo se llena con el amor a nosotros mismos y el amor de Dios que es eterno, infinito e incondicional.
«Nada real puede ser amenazado.
Nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios.» (UCDM)
Disfrutemos de lo que nos da la vida, sabiendo que todo es temporal sin más expectativas ni juicios. Amémonos para así poder también amar a los otros.
Llena ese vacío con el Amor que eres tú, ocurra lo que ocurra a tu alrededor.
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